Momentos ferroviarios de una visita a La Plata

 

Bifurcación hacia Avellaneda y La Plata (FCP)

Seguimos por el Ferrocarril Provincial, rumbo a su cabecera. Ya hemos pasado por La Cumbre y por Gambier. Pocas cuadras después se unía con las vías provenientes de las lejanas estaciones de Mira Pampa y Olavarría, entrando a la ciudad desde el SW. Por alguna razón se tiende a pensar que la línea a Mira Pampa era “un ramal”; en realidad, se trataba de la línea principal de este ferrocarril.
El primer tramo, inaugurado el 21 de abril de 1910, cubría el trayecto de La Plata FCP a Samborombón. Mientras tanto estaba construyéndose un ramal del Ferrocarril Compañía General Buenos Aires, que cruzaría al Provincial en inmediaciones de lo que hoy son las calles 52 y 235 (luego veremos cómo las dos líneas habrían de fusionarse aprovechando este cruce). Los trenes que llegaban del interior pasaban esta intersección y se detenían en la estación Ángel Etcheverry, y de ahí iban hasta el perímetro original de la ciudad en la calle 31. Metros antes, las vías se bifurcaban: hacia el NW, para Avellaneda FCP; hacia el SE, para la estación La Plata FCP.
La bifurcación comenzaba a desarrollarse en lo que hoy es la manzana delimitada por las calles 57, 133, 58 y 134, y ya estaba bastante abierta en la cuadra siguiente (calles 57-132-58-133). En este sitio hay ahora una plaza, llamada Naturaleza, que conserva una destacada impronta de la bifurcación: lindes de terrenos, vías asomándose, etcétera. En la tercera cuadra las vías quedaban claramente con forma de “ye”, y empalmaban sobre la calle 31 con el ramal a Avellaneda FCP formando un triángulo.
Una ironía (más bien, una coherencia) del paisaje: parte de esta zona de maniobras se encuentra invadida por un ateneo político de la intendencia, la misma que hoy impide la rehabilitación del ramal Ringuelet-Brandsen con sus obras de vialidad.
Como se aprecia en cualquier mapa, tras el empalme hacia Avellaneda FCP arrancaba el empalme de entrada a Vías y Obras, verificándose todo el sector del triángulo desde una casilla que todavía se conserva. Este empalme poseía pórticos de señales, hoy inexistentes en sus tres direcciones. Pero el de Vías y Obras no era un simple desvío…

Vista áerea de la zona del desvío del FCP hacia Avellaneda y La Plata, y del acceso al predio de Vías y Obras. Nótese el registro que ha quedado en la traza urbana, apreciable desde la altura. Fotografía: Google Earth.

Arqueología urbana: restos del FCP cercanos al desvío. Fotografía: R. Rocco.

Vías del FCP interrumpidas por la Plaza Naturaleza, próxima al comienzo del desvío hacia Avellaneda y La Plata. Fotografía: R. Rocco.

 

Predio Vías y Obras

Y no era un simple desvío, porque a estos talleres accedían trenes de dos trochas: angosta (por las vías del Provincial, ramal a Avellaneda FCP) y ancha (por las del Roca, gracias una extensión desde la estación Circunvalación).
Esto se debió a una modificación realizada en los años setenta, cuando el taller del Provincial pasó a ser del Roca. Por lo tanto, para la entrada a Vías y Obras debió habilitarse un desvío bitrocha, y el ramal de pasajeros a Avellaneda FCP quedó con vía única desde Gambier a La Plata FCP, paralela a la bitrocha. Con esta modificación, se anularon la garita Empalme y las barreras de los pasos a nivel, comandándose el desvío a Ángel Etcheverry por un cambio manual a la altura de la calle 60, en una garita con sistema de bloqueo Staff.
Buscamos algo de todo esto en medio de un tupido pastizal, y lo que hallamos superó toda expectativa: ¡la marmita aún funcionaba! Accionando la palanca con fuerza y maña, la oxidada vía se abría o cerraba… ¡Increíble! La base de la marmita traía grabados varios datos de su fabricante, como las patentes: la primera, de 1897; la última de 1911. La verdad es que era para felicitar a la empresa, porque ese aparato tenía por lo menos noventa y cinco años, y todavía andaba a pesar de tres décadas sin mantenimiento.
Rodeamos el enorme terreno de Vías y Obras, de ocho cuadras por dos. Desde afuera se ve una gran cantidad de grúas, asomando sus altísimas plumas sobre el paredón perimetral. Parecían gigantes oxidados, olvidados en el tiempo por la desidia humana. De tanto en tanto, una rendija en la pared nos permitía ver el interior del predio. Comentamos con Aurelio que era desolador que todo eso ahora funcionase a media máquina. “Ojalá fuera a media máquina”, nos corrigió; “en realidad, ni siquiera eso”.

La entrada principal está sobre la Calle 56. De allí se pasa a la administración, en un edificio de estilo colonial; sus formas responden a la clase de construcciones públicas que estuvieron de moda durante la gobernación del Dr. Manuel Fresco. Cerca, un cartel en arco aún nos permitía leer, con despintadas letras, que aquello pertenecía a Vías y Obras del Ferrocarril. Podíamos imaginar yendo y viniendo a los obreros de la época en que todo eso estaba activo a pleno.

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